sábado, 21 de agosto de 2010

¡OH, OYAMBRE
HERIDA, HOLLADA, TRAICIONADA..!


¡Oh, Oyambre
que inundas de infinitas, relucientes estrellas titilantes
el firmamento azul de tus aguas inquietas
bajo el bullicioso, refrescante
nordeste..!



¡Oh, Oyambre
que coronan tus dunas delicadas
con la vergonzante, impúdica alambrada,
triste, absoluta, aberrante fealdad
sobre la línea más pura, viva, bella, natural
del paisaje costero de Cantabria..!

¡Oh, Oyambre
acallada y humillada,
amenazada, acorralada, destruida, socavada, asfaltada
perseguida, codiciada, desnaturalizada, maniatada
usurpada, invadida
olvidada..!

¡Oh, Oyambre
herida, hollada
traicionada..!


jueves, 5 de agosto de 2010


OYAMBRE: LA DUNA NACIDA DEL MAR


     Llegó la ola, grande, poderosa, elegante, fatigada y se quedó tendida a lo largo de aquella enorme playa y allí permaneció extasiada contemplando, durante unos instantes, el extraordinario espectáculo que se ofrecía a sus ojos: las suaves y verdes praderías que la rodeaban cuajadas de juncos y margaritas y los elevadísimos picos nevados bajo la bóveda del cielo azul... Estaba tan extenuada de tanto rodar y rodar por esos infinitos mares de Dios que no tuvo tiempo siquiera de relajar y extender sus innumerables aguas cargadas de arena y se quedó profundamente dormida...




     Al amanecer sintió un cosquilleo de algas y espumas en sus plantas, el derrumbe de las olas en la playa, el picoteo de unas gaviotas juguetonas que no cesaban de piar y el insistente y frío viento del norte que la hacía tiritar y que era el que la había empujado durante días y días hasta este apacible y bello lugar...

     Intentó desperezarse, avanzar, retroceder, deshacerse y volverse a fundir con aquel mar azul e inquieto, en el que desde siempre se había dedicado a formar las olas más formidables a lo largo y ancho de este mundo, profundo, abismal, misterioso, inmenso... ¡Cuántas aventuras, cuántas historias realmente fantásticas de seres monstruosos, de extraordinarias batallas, de atardeceres y amaneceres de ensueño, que había presenciado y protagonizado durante su prolongada y azarosa vida podría contarnos sin cesar...

     Pero este amanecer no era uno más. A medida que el sol se elevaba sobre el horizonte y calentaba su cuerpo anclado en la arena, la ola, inmóvil, humilde, silenciosa y feliz evaporaba sus aguas lentamente y entregaba parte de su ser a las brisas, que desde entonces soplan sin tregua en este paradisíaco lugar...




     Y allí quedó, viva y varada, al antojo de los vientos, la duna, esa otra parte de su ser con forma de ola grande, poderosa y elegante, que con la ayuda de los aires del oeste siguió creciendo y aumentando sus arenas arrastradas desde el confín de aquella hermosa playa... Y sobre su piel dorada treparon caprichosas esmeraldas...




     Fue testigo la duna, siempre libre, pura, callada, desde su altura al mar, de resacas e intemperies, de curtidos y pacíficos pescadores y de tantas buenas personas que vinieron a disfrutar de su compañía silenciosa, de citas de enamorados por primavera, de atalayas vigilantes de ballenas y hasta de singulares pájaros amarillos...





     Pero hoy los hoyos del campo de golf, como golpes de gracia en la nuca de la duna, de una duna maniatada, atabanada, asaeteada por infinidad de traviesas de tren de una impúdica, triste y aberrante alambrada, ponen en peligro la existencia de este ser vivo, magnífico, delicado, bello, natural, único...




     Porque sobre nuestra querida y admirada "Duna de Oyambre" -precioso nombre para tan tétrico y alambrado lugar- sólo puede instalarse la bandera de la libertad con la leyenda "¡Oyambre libre!", sí, libre como el mar, como las olas, como la playa, como el viento, que le dieron el ser y la mantienen viva e indisolublemente unida a ellos, de los que forma parte desde aquel remoto día... Libre de hoyos, libre de intereses, libre y protegida para siempre, como siempre...



     Y que nuestros descendientes puedan continuar admirando su belleza y decir con asombro: Oyambre, la duna nacida del mar...