lunes, 31 de octubre de 2011


PLEAMAR EN OYAMBRE

    La playa había desaparecido. La marea se encontraba en su punto más alto y llenaba todo el espacio hasta el pedrero de la orilla. Allí las olas en su vaivén constante cerraban prácticamente todo el espacio para poder avanzar hacia el Cabo...

    El aire estaba limpio y fresco, lleno de luz entre dos azules intensísimos, indescriptibles. El de la mar, inquieto, reverberante, murmurador, amenazante... Y el del cielo, más pálido, etéreo, silencioso, profundo...

    Eran las cinco y media de la tarde...

    Me puse a caminar. Al principio sobre una pequeña franja de arena húmeda que las olas de vez en cuando conseguían alcanzar tímidamente. Pero pronto tuve que optar por andar sobre las rocas de la orilla si quería seguir adelante. Se trata de rocas pequeñas y redondas que bordean la mayor parte de la playa hasta llegar al "Pájaro Amarillo". Así con todo debía vigilar el empuje de algunas olas descaradas que intentaban cerrarme el paso. La marcha era lenta porque las rocas se movían y rodaban con frecuencia...

    Pero la caminata merecía la pena. El aire fresco de un abril primaveral, las olas de un mar inmenso e inmensamente azul al límite de mi camino... La aventura estaba servida. Y sobre todo esa sensación de soledad en medio del mundo natural, de los elementos puros, primigenios, tal como se manifiestan desde hace miles, millones de años...

    Tras dejar atrás el "Pájaro Amarillo" desaparecen los cantos rodados del pedrero para convertirse en rocas más grandes y puntiagudas. Por ellas tal vez se camina mejor, con más seguridad, pero en algunos lugares las olas baten más fuerte y debes esperar a esa pausa que deja la marea entre algunas olas para poder pasar antes de que llegue una nueva oleada...


    Y así, entre unas y otras llegué a alcanzar la zona más próxima al Cabo que pude, encaramándome en una lastra alta bajo la cual arrastran las olas con fuerza y me cerraban definitivamente el paso. Desde aquel lugar privilegiado pude mirar y respirar, escuchar y vaciar mi mente, sentir el aire, la luz, el estruendo, la inmensidad, la más absoluta soledad, la buena, la querida, la buscada, la deseada, la soledad sonora del mar... Y allí me quedé, con los ojos abiertos, o cerrados, tiempo y tiempo, sin el más mínimo deseo de elucubrar, de regresar...

    Sólo un pensamiento me asaltó impertinente... ¡Oh Dios, por qué me has dado tanto! ¡Por qué me has dado estos ojos para ver y este corazón para amar y esta mente para conocer! ¡Y si hubiera sido un animal sin conciencia de nada! ¡Qué carga tan grande has puesto en mis manos, pues a pesar de todo soy el más ciego, el más insensible, el más ignorante..!


    De vuelta sentí como una suave fatiga, como un profundo agradecimiento...

miércoles, 12 de octubre de 2011

Si todo fuera como tú, tan bello...


SI TODO FUERA COMO TÚ, TAN BELLO


¡Cómo decirte lo que siento..!
¡Cómo decirte que te quiero..!
Si todo fuera como tú, tan bello...
tan inmensamente bello...

 

¡Cómo decirte lo que siento..!
Ojos para mirar tu empeño
tu horizonte sin fin, tan tenso...
Ojos para beber tu aliento...

 

¡Cómo decirte lo que siento..!
Si todo fuera como tú, tan pleno...
Ojos, ojos para este mar,
tan ciegos...