jueves, 28 de marzo de 2013

Monte Corona, el encanto de la primavera.



MONTE CORONA: EL ENCANTO DE LA PRIMAVERA





     Monte Corona contiene ese delicioso silencio de la Naturaleza que nace de la tierra a través de sus raíces. Decir Monte Corona es decir raíz, raíz latente y profunda, capaz de arrancarle a la tierra la primavera más escondida, más misteriosa...




     En silencio se eleva, se abre y ese manojo de troncos y quimas desnudas lucirá, poco a poco, el verde milagro de la primavera... De madrugada, el mágico coro de los pájaros enciende la penumbra del bosque desafiando entre sí la genuina belleza de sus cantos...




     El Paraje de los Pintores, desde cuyo mirador podemos admirar la inmensa hondonada cubierta por un viejo bosque de robles y hayas que nos traslada hasta Oyambre, se encuentra hoy vencido por los años y la intemperie. Deseamos su pronta y necesaria rehabilitación.




     Continúo la senda, apoyado en mis bastones de marcha, senda de tierra dorada, húmeda, cubierta por una vegetación desbordante, senda que me lleva hasta el corazón de Monte Corona, el tesoro de un bosque que nunca dejará de sorprendernos, también por la monumentalidad de sus secuoyas...




     De una campa de margaritas, el mejor indicio de la primavera, aún cerradas a estas horas de la mañana, surge, como por encantamiento, la ermita de San Antonio, lugar ideal para disfrutar y soñar...




     Caviedes y Monte Corona en inseparable armonía, un canto a la "infinita" belleza natural de los valles de Cantabria. Por senderos de tierra, rodeados de robles centenarios, descendemos a Caviedes, que nos ofrece su luz, su arquitectura tradicional, su gastronomía, la acogida de sus gentes, su paz...




     Sendas, sendas interminables, lluvia fina sobre mi rostro, paso a paso me incorporo, Monte Corona, al hechizo de tus brotes de incipiente primavera, ¡oh alerces, sauces, saúcos, abedules, acebos..! Otro día dirigiré mis pasos hacia la ermita de San Esteban, a la ría de la Rabia... Hoy solo puedo expresarte una vez más mi admiración y mi gratitud.




¡Te quiero, Monte Corona!





     

sábado, 23 de marzo de 2013



RUILOBA, RESPIRANDO TUS AZULES...


     Acaba de entrar la primavera y te veo, Ruiloba, vestida de verdes, azules y blancos, con leves pinceladas de amarillo. Desde esta altura, hacia el oeste, destaca tu cinturón de nieve. Sol tibio y nubes como gasas a jirones transparentan el indescriptible color del cielo.



 Dos cuervos retozan en el aire, el chillido de un milano, el repiqueteo intermitente de un pájaro carpintero, el ladrido de un perro, casi imperceptibles en la lejanía... Una ráfaga de sur me sorprende.



     Observo, Ruiloba, tu bellísima estampa a orillas del Cantábrico, recostada sobre el manto verde de la Marina, de espaldas al mar, buscando el sol, mirando al sur entre suaves lomas preñadas de eucaliptos.




     Aquí, perdido en esta pequeña braña, contemplando los Picos de Europa, tendido sobre la hierba, aislado del mundo, me  inundan sensaciones que solo el silencio de la Naturaleza te puede proporcionar.



    
     Cierro los ojos. Me dejo abrazar por este sur insistente. Respiro, Ruiloba, tus azules. Escucho los latidos de esta primavera temprana, dulce, calma, rebosantes ya los brotes en las ramas...




Primavera,
qué magia 
la de las ramas,
qué encanto
el de las aguas,
tibieza en el aire
luz temprana
cantos de madrugada...

Primavera 
que vienes ya
por las ramas...

Primavera,
primavera,
¡no te vayas!



¡Qué magia la de las ramas..!






lunes, 18 de marzo de 2013

Ruiloba: Virgen de los Remedios



RUILOBA: VIRGEN DE LOS REMEDIOS


Anochece...
La oscura ermita
dibuja su silueta
contra un cielo pálido, 
unos Picos de algodón,
una mar plateada,
quieta...




Por el camino
me dejo llevar, cautivo,
orante acantilado,
hermosísima Marina,
Virgen de los Remedios querida
alma y cumbre de Ruiloba...





Paz, armonía, silencio.
Nunca me cansaré de contemplarte,
siempre serás mi paisaje interior...


Sobre la ermita
una bóveda de estrellas titilando
y la Salve silente de las olas...



miércoles, 13 de marzo de 2013

Oyambre en una burbuja




OYAMBRE EN UNA BURBUJA


     Incontables son tus olas, Oyambre, como cuentecillas de un collar interminable, incontables... El estático horizonte se funde casi con esas olas leves que rematan su andadura humillándose en la playa, también estática y aterciopelada... Entre ambos, horizonte y playa, casi juntándose, una mar fina y alargada, plomiza y 
susurrante, bajo un cielo pesado, gris y crudo de invierno revivido...




















     Las gotas de aguanieve golpean insistentes sobre el automóvil, que se convierte en una caja de resonancia de lluvias, de ecos marinos, en una pequeña burbuja que me aísla y protege...




















     Pero no dejo de admirarte ¡oh Oyambre! siempre llena de esa delicada belleza, inmensa, pura, arrebatadora...



















     Indescifrable, como las olas...