sábado, 7 de marzo de 2015

Las cigüeñas en febrero, Olmo...



LAS CIGÜEÑAS EN FEBRERO, OLMO...


En febrero, Olmo,
las cigüeñas se afanan en fabricar sus nidos,
en un incansable ir y venir
con su enorme pico lleno de palitroques,
su vuelo tan elegante,
sus largas patas extendidas hacia atrás...




Y una vez en el lugar elegido,
con su pico le dan vueltas y más vueltas 
a los palos, a los musgos, a las hierbas...




Las cigüeñas, Olmo,
siempre han estado en el imaginario infantil.
Sirvieron para que nuestras madres contestaran,
a su manera, nuestras preguntas sobre cómo nacemos,
sobre cómo vienen las niñas y los niños a este mundo,
como si de un cuento o una leyenda se tratara...




No sabemos si por esta razón
tenemos un especial cariño a las cigüeñas
ya que con solo pronunciar su nombre
nos viene a la mente su dulce y acompasado vuelo
cargado de ternuras... 



Sin embargo, Olmo,
las cigüeñas en febrero,
como todas las aves,
inician su particular festejo
de la primavera...




Las cigüeñas
en febrero
tan familiares
y tan bellas,
Olmo...


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lunes, 2 de marzo de 2015

Cuando yo nací, Olmo...



CUANDO YO NACÍ, OLMO...


Todos tenemos, Olmo, fecha de nacimiento.
Cuando tú naciste,
yo llevaba sesenta y un años por estos mundos de dios,
sin embargo,
al aproximarse mi cumpleaños
me gustaría contarte algunos datos
que guardo desde siempre sobre mi nacimiento...

Como puedes suponer, Olmo,
son datos que posteriormente, con los años, fui descubriendo
pero que creo que me marcaron para siempre...




Cuando yo nací, Olmo,
hacía dos meses que había fallecido la última de mis abuelas,
la madre de mi madre...

Este hecho creo que fue significativo por dos razones:
Primera, porque sufrí el duelo en el vientre de mi madre,
y segunda, porque nunca llegué a conocer ni a disfrutar
de ninguno de mis abuelos y abuelas.

Sobre la primera, no puedo afirmar que me afectase personalmente
gracias a que mi madre supo mirar por mí 
en aquellos momentos difíciles para ella.
Lo que sí puedo decirte es que, a mi abuela, a la que no conocí, 
la tuve siempre un cariño muy especial...




Pero el hecho de no haber conocido a ninguno de mis abuelos
lo he sentido siempre como una carencia muy importante
en mi vida personal...

No solo por no haberlos conocido, Olmo,
también por no haber podido recibir sus besos, 
sus abrazos, sus caricias, sus palabras, sus historias,
sus canciones, sus miradas...

Siempre he creído que los abuelos llenan de ternura
el pequeño universo de los nietos, de las familias,
y que los niños que habían conocido a sus abuelos 
guardaban en su corazón, como un tesoro,
su semblante sonriente, su dulzura, su ternura,
esa permanente ilusión que los abuelos muestran 
y transmiten por sus nietos...




Aunque solo los hubiera conocido
en los primeros meses de mi existencia,
estoy seguro, Olmo,
que me hubieran impregnado de sus maravillosas delicias,
esas que solo ellos saben dedicar
a quienes encarnan el renacimiento 
de su preciada y lejana primavera...


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