viernes, 15 de enero de 2010




NAUFRAGARÉ EN TU LUZ



Hoy
navegaré en tu luz
con la mirada...


Cabalgarán mis sienes
ciegos corceles de agua
que dócilmente humillen
sus cabelleras blancas...


Oírte en la rompiente
superponiendo algas
estremeciendo azules
acordes y distancias...


¡Oh inmensa plenitud
palpitante y alada...!


Hoy
naufragaré en la luz
de tu mirada...



............................................


Si
mis ojos
te miran
es
porque
los claros tuyos
me hechizan.








Otra vez
tu paz plateada...

Tus olas descargan
su blanca palabra...

Otra vez
Oyambre y yo
cara a cara...


...........................................


Hoy eres, Oyambre
murmullo y aire...

Para mí tus aguas todas
tus blancas naves...

Hoy eres, Oyambre
arena y aire...

Para mí todo tu aroma,
para mí este instante...


..................................


Llegaron cien mil olas desoladas
y estrellaron sus náufragos de plata.


      No sé hacer otra cosa más que venir a mi puesto de observador y mirarte, hoy cegado por esta intensa luz del mediodía, por este azul inquieto, por este cielo pálido, desnudo, infinito...

    Hoy no puedo hacer otra cosa más que mirarte. Estás bellísima con tus motitas blancas. El nordeste es bullicioso, refrescante, y la soledad, a flor de agua, suena a silencio marino, a acantilado, a intemperie...

    Estoy aquí y no puedo hacer otra cosa que mirarte y no sé qué más puedo hacer. Con los ojos abiertos dejarme inundar y prestarte la piel, los oídos, el alma, ¡oh mar pura, cristalina, inmensa..!

    Porque no hay belleza más sublime que la tuya. Hoy, desde esta soledad, me siento contigo lleno de gozosa admiración, de quieta felicidad... Y no puedo hacer otra cosa más que mirarte, porque el amor es mirar sin miedo...

4 de junio de 2004

jueves, 7 de enero de 2010




POEMAS MÍNIMOS
(del mar y del amor)



Mar, amigo mío,
amiga adorable,
mar...

Tu pura luz,
tu azul sin nadie,
tu enorme presencia
y tu lenguaje.

Tu inquieto estar,
tus duros aires,
tu arena humilde,
tus blancas naves.

Mar, tú,
mi amigo,
mi amiga adorable...




Oyambre,
medialuna de mar,
de arena clara,
de verde entraña.

Aliento azul
que al aire exhala
tu ser sin calma.

Oyambre,
aún guardas
pureza de mil años
en tus aguas.

Oyambre amigo,
Oyambre amada...


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Mar,
tus altas cumbres
de nieve y plata
que el viento Norte
remueve y lanza.

¡Cómo me llegan
tus olas a golpes
de furia y de rabia!

Oyambre imposible
de viento y resaca.






¡Qué áridas
son tus aguas
 Mar Cantábrica!

La estela blanca
de tus olas bravas,

el trueno sordo
de tu ser sonoro,

el azul destello
de tu solar extenso
salvaje y denso.

¡Qué aridez
es tu silencio!


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Este rumor de mar
que nunca cesa.

Este latir constante
en la marea.

Esta luz
que ensombrece nuestras tardes
junto al mar.

Estos oleajes,
estas cadencias...


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Azul, azul, azul, azul...
Siempre, siempre azul...

Es mi lenguaje: azul.
Sólo una palabra: azul.

Una sóla mirada: azul...
Un sólo sentir: azul...




La ola viene
empuja el agua
avanza siempre
sin pies ni alas
no se entretiene.

Palpita el agua.

Su voz hirviente
se templa y alza.

La ola viene
su blanda carga
nos arremete.

Su cresta blanca
gaviota y alga.

La ola vuelve
se crece y calla.

palpita el agua.

Casi se duerme
con voz cansada.


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La noche
cenicienta
acecha.

Claridades
muertas.

Lluvia
de sombras
negras.

Mar de tinieblas.

Acorde
oculto
tu presencia.




     El acorde oculto de Su presencia... No sé qué tienen las puestas de sol... Cada día giran estas moles magníficas ¿ciegamente? y la ceremonia se repite matemáticamente pero nunca el juego de luces es el mismo... Tras el telón de unas luces encendidas, en breves instantes, los colores se marchitan y se hunden en el horizonte dejando tras de sí un rastro de rayos y cenizas...

     Pero es la música de fondo la que mantiene vivo el espectáculo. Son esos acordes siempre sublimes de una melodía fantástica, la del mar, que interpreta bajo las estrellas su canción de acantilado. Son sus manos infinitas las que acarician los violines del viento a lomos de las olas, las que mantienen el ritmo acompasado contra las rocas, las que teclean tiernamente con sus dedos de agua en mi rostro ensimismado...

     Y es Su presencia oculta la que reclama mi atención. Sé que está ahí, tras las tinieblas de la noche, interpretando una melodía  mucho más hermosa que la del mar... La melodía de la vida. ¿No sientes sus acordes infinitos, aquí o allá (ahí), interpretados, como en la intemperie marina, por lo mejor de cada uno de nosotros? Somos, como las olas del mar, los instrumentos que han de interpretar continuamente la única melodía que merece la pena... la del amor. ¿No te reconoces en ella?

     Sí, no sé qué tienen estas puestas de sol que tras girar  ¿ciegamente? las moles magníficas, tras un rastro de luces y cenizas, presiento invariablemente el acorde oculto de Su presencia...

El Remedio, 22 de octubre de 2004







En el mar la caracola,
en la caracola el mar.
Hay una fiesta de olas
en la cueva de coral.

En el mar la caracola,
en la caracola el mar.
Hay un silencio de olas
en la cueva de coral.



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Mar de marzo,
tu primavera es mía,
-nuestra-
azul viváceo.

Oyambre, 
plata y oro
la tarde.

Paz y luz
tus aguas.


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Arena humilde
y gris,
arena ciega:

Compañera de mis horas
y mis penas.







Detenidamente tú,
mar...

Ahora en mí
tu extraño agobio
en la noche clara,
tus blancas salvas,
tu acoso y marejada...

Inquieta,
inquietamente tú,
mar...


.............................................



Cuando me falte tu luz,
y el aliento de tus olas,
y tu arena humilde
y ciega.

Cuando tú me faltes, mar,
y tu profundo azul horizontal,
y tus horas largas
y solas,
y tu voz amiga
y tu inquieta faz.

Cuando tú me faltes,
mar...


........................................



Mirad,
mirad el mar,
qué claro azul desprende...

Mirad
cómo clama
y cómo brama
y cómo duerme...

Mirad,
mirad el mar,
la inmensidad presente...




Mar,
amiga en claro día,
 amor que amo azul
y amo denso
y amo
y amo...

Mar,
temblor en blanco acento
de luces y de vientos,
clamor,
clamor inmenso,
clamor amargo,
clamor azul
y solitario...


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Respira hondo
tu bronquio bronco.
Respira hondo
tu aliento lento.
Respira ronco
-cantil y cielo-
respira quedo.
Respira ciego.


.......................................


La luna se hizo playa,
aguacero de luz,
arena clara.

Se está muriendo el mar
a bocanadas.

Ya no huelen sus olas
a palabras,
sino a doliente azul
envenenadas.

Se está muriendo el mar
y todos callan.

¡Sobran las palabras!


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     Al fondo de la escena se intuye el horizonte trazando el límite entre los azules, hoy pálidos y brumosos. En la parte inferior la línea verde caída levemente a la derecha emerge súbitamente alcanzando y superando el horizonte. A la izquierda, frente al escenario, la punta del Miradorio, presencia de fuertes trazos, y tras ella, allá en la lejanía, se adivina entre la bruma la silueta plateada del Cabo Oyambre, en donde el horizonte pierde su nitidez...

    Los jilgueros, los cardos amarillos, las gaviotas, el hervor incesante de las olas, el goteo leve de la lluvia, la brisa que mece el verde de las praderías de la Marina, completan el escenario...

   Presto mis ojos y mi ser a este paisaje grandioso, silencioso, solitario y trato de añadir a él mi latido, mi aliento, y estas torpes palabras que nunca llegarán a formar parte del mismo...



miércoles, 6 de enero de 2010




CANCIÓN DE ACANTILADO


Como mueren tus olas superpuestas
en incesante afán de espuma y nada,
van mis ojos fijando en la mirada
verso a verso el dolor que manifiestas.

Si albañal es tu ser ya no hay poeta
que cante tu canción de acantilado
con la cálida voz del vate alado
que en su ciega cadencia la interpreta.

Sortilegios de sal en la memoria
de un Cancio de papel quedan impresos:
Hombre y Mar se confunden en la Historia

do mar y marineros de amor presos
van bogando en sus versos por la gloria
hacia un pálido mar sin embelesos.





REINA DE OYAMBRE




Bienvenida a nuestra playa
Majestad, reina de Oyambre:

Vuestra presencia será
en este histórico instante,
sostén en nuestra batalla,
bandera en los arenales.

Ved la duna maniatada
con impúdicos alambres.
Ved la playa amenazada
de hormigoneros magnates.

Ved los Picos que se alzan
con dureza de diamante
testigos de la asechanza
que se cierne sobre Oyambre.

Ved la Ría de la Rabia
que se ciega en los fangales,
otrora límpidas aguas
libres al mar y a los valles.

Ved, señora, que en Cantabria,
 en este rincón de Oyambre,
la codicia se desata
sobre el más puro paisaje.

Es vuestra regia palabra
nuestro mejor estandarte.
¡Loor, gentil soberana,
Reina de España y Oyambre!

(Con motivo de la visita que Su Majestad la reina realizó al Parque Natural de Oyambre)

Publicada en el diario "Alerta", 30 de noviembre de 1990




OYAMBRE LIBRE


    Situado en lo alto de la duna, el observador describe lentamente un círculo con la mirada: Oyambre le muestra la majestuosidad de los grandes horizontes.


    Bajo la amplia bóveda celeste, de los Picos de Europa desciende un haz sutil de líneas puras que se someten, humildes, a la tensión y el tumulto de las olas.


    No simple y feliz conjunción de aire y luz. Junto a los pies, juncos, y junto a los juncos, la duna que nace, crece y despliega su ondulante verdor, preñada de mil primaveras. Más allá, en continua y suave ascensión, las praderías dibujan un hermosísimo panel medialuna.


    La mirada se pierde en la lejanía sin nada que la perturbe. Escapa libre hacia la bondad de sus formas nítidas y la distancia le devuelve un mundo natural pleno de paz y armonía.


    Pero no sólo es el mirar gratificante; también cerrar los ojos y dejarse sedar por el mágico y constante derrumbe de las aguas...


    Oyambre, por unos instantes, nos concede el privilegio de los paraísos perdidos: el solitario goce de una naturaleza sin sucedáneos. Sentirnos, tal vez, más nosotros que de costumbre, sin la proximidad de las cosas vulgares.


    Oyambre posee hechuras de grandeza. Y es este excepcional equilibrio entre lo natural y su ininterrumpido dominio espacial
el que debe conservar en toda su pureza.


    No podemos sacrificar la unidad e integridad de su paisaje a los legítimos intereses de quienes reclaman "prisa y progreso", sin tener la certeza de lo irreversible e irresponsable.


    El hombre del mañana -y el de hoy- necesitará más que nunca espacios como el de Oyambre, libres de todos aquellos agresores e invasores que le atenazan: hormigón, asfalto, ruido, polución, masificación, especulación, intereses creados...


    El paisaje natural es patrimonio no sólo de las generaciones actuales, sino de las venideras, y es nuestro deber hacer el generoso esfuerzo de conservación que exige la sociedad del XXI  en un mundo sometido, desgraciadamente, a una intervención humana demasiado abusiva.




                                                            


sábado, 2 de enero de 2010





OYAMBRE HOLLADA

Toma tu arco en actitud de espera
Oyambre milenaria, tu horizonte
tensa, y al cielo lanza, que remonte,
flecha de viento y luz, tu azul bandera.

¡Qué ruin condición, tan cicatera
de quien quiere ocultarte de aquel Monte
que en tí se mira desde siempre! ¡Ponte
fiel en su defensa Cantabria entera!

No es digno encarcelar en el alambre
dunas que la mar da tan generosa
y a merced de personajes con hambre

de poder, que serán bien poca cosa
ante las Historia, la Ley, ¡oh Oyambre!
sirva a sus intereses, engañosa.




"Cantárida", septiembre de 1997

viernes, 1 de enero de 2010




OYAMBRE EN EL CORAZÓN




Repetid todos a una

la feliz conjugación:

yo especulo, tú especulas,

¡viva la especulación!


Mano con mano en la duna,

Oyambre en el corazón:

asedian su línea pura

alambradas y hormigón.


Picos de Europa en la altura,

centinelas de la playa:

¡que en Oyambre no construyan

muros al monte y al mar!


Que es su ser sutil figura

donde la tierra y el agua

se funden bajo la espuma

de las olas milenarias.

 


Espejo de aguas impuras,

laberinto de la Rabia:

¡cuatro tiranos te anudan

con compuertas bien cerradas!


¡Que tus aguas no se pudran

en la ciénaga estancadas!

¡seréis reflejo de dunas

y de esmeraldas montañas!


Oyambre de viento y bruma,

eres campo de batalla:

al tiempo por tu hermosura,

¡codiciada y admirada!


Repetid todos a una

feliz manifestación:

Mano con mano en la duna,

¡Oyambre en el corazón!







    Eres voz. Son tus espumas tan alargadas...  Van rodando, alineadas, de tres en tres, de cuatro en cuatro... Se despliegan en la playa y dejan un rastro de espejo plateado junto al ribete de algas...

    Es tu voz, profunda, incesante...  Son tus aguas, tus espumas,  pequeñas, delicadas... Es tu voz y tu brisa en mi cara... ¡Oh esos juncos que surgen de la duna, puros, limpios, afilados, unos verdes, otros amarillos, cómo se mecen bajo la brisa...

    Es tu voz que llena el horizonte, que no se apaga, infinita desde tus aguas... Eres Oyambre, encantadora, encantada...




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COLLIOURE EN EL RECUERDO


Limonero de luz madura el alma
en la infancia feliz del claro huerto,
la palabra raíz a cielo abierto
de sus manos brotó con honda calma.

Si más que Arte amó Naturaleza
-¡oh los árboles, campos de Castilla!-
en el decir cordial halló la arcilla
con que sintió crear sutil Belleza.

Por los crueles caminos de su España
leve estela, medita el buen asceta:
mira sin miedo y su mirar se empaña

-helole el corazón mortal saeta
cuyo eco en Collioure su voz acompaña-
Machado el Hombre llamado Poeta.

Febrero, 1989
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IN MEMORIAM

 CESAR BLANCO



     Pocas cosas son capaces de conmovernos tanto como la generosidad de una vida joven entregada a tareas que otras muchas personas no sospechan ni valoran. 
     Es el ejemplo, el reflejo de una juventud que hoy en día se muestra mucho más capaz, inteligente, culta y sensible hacia la Naturaleza y el medio ambiente que aquellos otros que sólo ven en ella modo y manera de especulación y explotación indiscriminada sin reparar en que es patrimonio de todos los seres vivos, sometida a limitaciones y equilibrios que necesariamente deben respetarse y conservarse.
     Sabia y valiente juventud que habrá de luchar con todas sus fuerzas  -como lo hizo César-  por una Naturaleza de la que formamos parte y no por una Naturaleza que nos pertenece y a la que debemos someter y dominar y de la que podamos disponer libremente.
     Pocas cosas nos conmueven tanto como el recuerdo de quienes perdieron su vida en ese intento y que han de ser quienes nos mantengan en la lucha...

CÉSAR, cesó tu sed hacia los cielos
por los humanos montes del desprecio,
que no hay luz en sus cimas, sólo necio
vaivén por afanarse en otros celos.

BLANCO fue el oso fiel de tus anhelos
que en la osera fatal saldó su precio,
blanca tu cruz, que sin sonrojo aprecio,
blanco el alborear de tus desvelos.

Desborde en sereno raudal tu calma
y sobre tu recuerdo crezcan robles,
que aquella cadena que aún nos empalma

mano con mano en la duna redobles
-blanca la nieve que anega tu alma-
osos singulares y humanos nobles.


Noviembre de 1988

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ACERTIJO

     Para aficionados  a la política-ficción: Uniendo una determinada letra de cada verso se obtendrá el título de la composición. Al final sólo habrá que añadir "con estrambote".

Si en esta tierra nuestra se adultera
O se defrauda, depreda o se especula,
No se ocupen, señores, sólo es bulla
En páginas de prensa que exagera.

¿Tiene hormonas la carne de ternera?
-¡Oh, aquí se controla hasta una mula!-
Así zanja la cuestión quien se calcula
Leal guardián que investigar debiera.

¿Tránsfugas que adulteran democracia
Roban votos con cínica impostura?
Aquí no pasa nada, simple audacia,

Noble afán de servir con alma pura
Su interés personal, ¡y con qué gracia,
Fieles al clan, defienden su postura!

Un hedor da a basura:
Gobierno que con tránsfugas se apaña
A todos muestra su propia calaña.


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SONETO. INTENTO PRIMERO


Si de un simple poema se tratara
a mi altura y sin grandes pretensiones
un soneto de justas dimensiones
quisiera que mi pluma emborronara.

Colocar la palabra que ajustara
con belleza semántica y de sones
y llegando a los catorce renglones
satisfecho mi espíritu quedara.

¡Qué difícil oficio el de poeta!
medida y sentimiento en la palabra,
ritmo y rima, cadencia que completa

el círculo cerrado con que labra
verso a verso la forma más concreta
que un soneto primero senda abra.

Agosto, 1987