jueves, 21 de abril de 2016

Poema para Leo: Tránsito hacia la luz



POEMA PARA LEO: 
TRÁNSITO HACIA LA LUZ


Leo, te conocimos, como a Olmo,
en la aséptica habitación de un hospital:
cama metálica, sábanas blancas con letras azules, 
dispensador de jabón neutro para higiene manual,
amplios ventanales...

Tu nacimiento nos fue ajeno
hasta el momento en que a los familiares 
nos permitieron subir. Mientras tanto, 
ya habías nacido hacía por lo menos un par de horas
y tras los chequeos reglamentarios, piel con piel,
bien lavado y vestidito
te presentaron al resto de la familia, 
a nosotros, tus cuatro abuelos y tus dos tíos...




Aún mostrabas en tu rostro 
el duro trance por el que acababas de pasar:
nariz aplastada, piel enrojecida, ojos achinados
cabeza de pepino... Tal fue la presión, el empuje, 
la dificultad del último tránsito antes de ver la luz
y sufrir el llanto desgarrador de la separación traumática...

He de decirte, Leo, 
que tus padres exhibían una felicidad inenarrable,
al igual que cuando nació Olmo hace algo más de dos años.
Y nosotros, tras la inquietud y la angustia de la espera,
no pudimos evitar las lágrimas de la emoción contenida,
al igual, repito, que cuando nació tu hermano...

Estabas en la cuna. Solo se te veía la carita sonrosada. 
Tras los abrazos y los besos de felicidad, 
la primera reacción de las abuelas fue destaparte
y ver tus piernecitas rechonchas y encorvadas, 
pero...¡Ahí estaba Olmo, tu hermano! 

Se colocó delante de la cuna,
extendió sus brazos protectores y en tono desafiante, gritó:
-¡Es mío, es mi hermano, es mi hermanito!-
y te defendió a capa y espada de las intrusas.
No pudimos evitar una carcajada general de felicidad...

Al poco rato, 
sin necesidad prácticamente de aprendizaje alguno,
te pusiste a mamar con la mayor naturalidad. 
Olmo se recostó a tu lado observándote atentamente,
tocando tu cabecita pelona...


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