sábado, 21 de septiembre de 2013

Punta Carrastrada: Soplaba un viento verde...



PUNTA CARRASTRADA: SOPLABA UN VIENTO VERDE...



     Soplaba un viento verde... ¿o era un viento azul?  En todo caso era un oeste intenso, constante, sobre la rasa verde marina, sobre el raso azul del mar...

     Yo caminaba por la hierba, feliz, contemplando impresionado la grandeza de estos inmensos horizontes, empujado por el viento, ensordecido por el mar...




     Y de pronto me encontré con el borde verde del abismo bajo mis pies... Casi cien metros en vertical y un mar babeando espumas y lamentos, golpeándose tenazmente contra el cantil. Se me encogió el corazón...

     Así fue como descubrí la Carrastrada hace unos treinta años... Aún siento el vértigo recorriendo todo mi cuerpo como un latigazo eléctrico. Sin nada a qué agarrarme, tras un instante de indecisión y asombro, me dejé caer hacia atrás y permanecí tumbado en la hierba... El abismo del cielo me confortó.




     Animado por un repentino espíritu de conquista y aventura decidí reconocer aquel maravilloso lugar... Recorrí las inmediaciones orilleando el precipicio hasta que encontré un pequeño sendero que descendía por una pendiente muy pronunciada. Con la sensación de introducirme en un mundo desconocido y peligroso, el de los acantilados con mayúsculas, me atreví a seguir, con mucha precaución, el caminito típico de pescadores...




     Entre pequeñas matas de brezos cuajadas de flores, el sendero, cada vez más pindio y resbaladizo, me condujo hasta una primera lastra saliente sobre un mar aún muy profundo. Desde allí divisé, unos metros más abajo, otro gran peldaño de piedra con restos inconfundibles de un puesto de pescador, sin embargo no encontraba la manera de descender hasta él.

     En una de las esquinas, la orientada al este, esta gran lastra sobresaliente sobre el mar posee como un pequeño recorte en ángulo a través del cual puedes ver el mar amenazante en la base del acantilado. Tumbado sobre la lastra me asomé y pude comprobar las huellas por las que había que descender, en la misma vertical del abismo...




     Era todo un reto para una primera vez y para una persona sola y con vértigo...Estudié la situación: cuatro, cinco, seis pasos, a gatas, de espaldas al precipicio, de espaldas a la profundidad, a la intemperie marina y finalmente al silencio... Con la respiración contenida, con el corazón acelerado y el vértigo en la palma de las manos, me tumbé boca abajo, arrastré primero mis pies por el recorte de la roca y poco a poco, sin saber cómo, sin mirar atrás, fui apoyando un pie, después otro, soltando sucesivamente cada mano y volviéndome a agarrar...




     Hasta que alcancé el puesto del pescador, el maravilloso y deseado puesto del pescador, el lugar más destacado y privilegiado de Punta Carrastrada... Aún me temblaban las piernas, pero había merecido la pena...




     La gran plataforma de piedra sobresale como un balcón suspendido en mitad del acantilado... Las olas, a mar abierta, llegan inmensas, poderosas, golpean con furia y sientes su vibración en las entrañas... Los horizontes infinitos inundan tus diminutas pupilas asombradas... Navegas perdido en la quilla de roca de un fabuloso buque solitario...



   Punta Carrastrada (Toñanes, Alfoz de Lloredo, Cantabria)
                                 
     ¡Cuántas veces he vuelto a visitarte, Carrastrada, navegante enamorado de tus aires y tus aguas, cuántas veces, gravitando en tus alturas, cual gaviota impulsada por tu viento verde, por tu viento azul...



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