miércoles, 12 de abril de 2017

Un peregrino singular





UN PEREGRINO SINGULAR


El peregrino detuvo su marcha,
observó detenidamente aquel bello rincón
y se sentó en la cuneta contra el muro.
Acto seguido sacó un cuaderno y se puso a dibujar.
Pasé por delante del peregrino
pero estaba tan ensimismado que opté por no molestar,
ni siquiera un saludo.


El peregrino, durante largo rato,
permaneció centrado en su tarea, sin moverse.
Frente a él, una tapia alta de piedra que culmina en un pináculo,
sobre un portalón. Por encima los tejados, las torres de la iglesia,
la araucaria, el cielo azul.

Finalmente observó su trabajo, comparó,
y debió sentirse satisfecho. Guardó la libreta,
se colocó su mochila y continuó la marcha.

Ajeno a mí,
que observaba también en la distancia con mi pequeña Canon,
en la que yo asimismo había dejado constancia, como él,
de aquel bello rincón, de aquella mágica mañana,
de aquel peregrino singular.

Nos cruzamos nuevamente al fondo de la calleja
y como si no me hubiera visto nunca, esta vez sí,
me saludó, nos saludamos:

- ¡Buenos días!
- ¡Buenos días!

.................................
.................
...








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