jueves, 7 de enero de 2010




POEMAS MÍNIMOS
(del mar y del amor)



Mar, amigo mío,
amiga adorable,
mar...

Tu pura luz,
tu azul sin nadie,
tu enorme presencia
y tu lenguaje.

Tu inquieto estar,
tus duros aires,
tu arena humilde,
tus blancas naves.

Mar, tú,
mi amigo,
mi amiga adorable...




Oyambre,
medialuna de mar,
de arena clara,
de verde entraña.

Aliento azul
que al aire exhala
tu ser sin calma.

Oyambre,
aún guardas
pureza de mil años
en tus aguas.

Oyambre amigo,
Oyambre amada...


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Mar,
tus altas cumbres
de nieve y plata
que el viento Norte
remueve y lanza.

¡Cómo me llegan
tus olas a golpes
de furia y de rabia!

Oyambre imposible
de viento y resaca.






¡Qué áridas
son tus aguas
 Mar Cantábrica!

La estela blanca
de tus olas bravas,

el trueno sordo
de tu ser sonoro,

el azul destello
de tu solar extenso
salvaje y denso.

¡Qué aridez
es tu silencio!


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Este rumor de mar
que nunca cesa.

Este latir constante
en la marea.

Esta luz
que ensombrece nuestras tardes
junto al mar.

Estos oleajes,
estas cadencias...


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Azul, azul, azul, azul...
Siempre, siempre azul...

Es mi lenguaje: azul.
Sólo una palabra: azul.

Una sóla mirada: azul...
Un sólo sentir: azul...




La ola viene
empuja el agua
avanza siempre
sin pies ni alas
no se entretiene.

Palpita el agua.

Su voz hirviente
se templa y alza.

La ola viene
su blanda carga
nos arremete.

Su cresta blanca
gaviota y alga.

La ola vuelve
se crece y calla.

palpita el agua.

Casi se duerme
con voz cansada.


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La noche
cenicienta
acecha.

Claridades
muertas.

Lluvia
de sombras
negras.

Mar de tinieblas.

Acorde
oculto
tu presencia.




     El acorde oculto de Su presencia... No sé qué tienen las puestas de sol... Cada día giran estas moles magníficas ¿ciegamente? y la ceremonia se repite matemáticamente pero nunca el juego de luces es el mismo... Tras el telón de unas luces encendidas, en breves instantes, los colores se marchitan y se hunden en el horizonte dejando tras de sí un rastro de rayos y cenizas...

     Pero es la música de fondo la que mantiene vivo el espectáculo. Son esos acordes siempre sublimes de una melodía fantástica, la del mar, que interpreta bajo las estrellas su canción de acantilado. Son sus manos infinitas las que acarician los violines del viento a lomos de las olas, las que mantienen el ritmo acompasado contra las rocas, las que teclean tiernamente con sus dedos de agua en mi rostro ensimismado...

     Y es Su presencia oculta la que reclama mi atención. Sé que está ahí, tras las tinieblas de la noche, interpretando una melodía  mucho más hermosa que la del mar... La melodía de la vida. ¿No sientes sus acordes infinitos, aquí o allá (ahí), interpretados, como en la intemperie marina, por lo mejor de cada uno de nosotros? Somos, como las olas del mar, los instrumentos que han de interpretar continuamente la única melodía que merece la pena... la del amor. ¿No te reconoces en ella?

     Sí, no sé qué tienen estas puestas de sol que tras girar  ¿ciegamente? las moles magníficas, tras un rastro de luces y cenizas, presiento invariablemente el acorde oculto de Su presencia...

El Remedio, 22 de octubre de 2004







En el mar la caracola,
en la caracola el mar.
Hay una fiesta de olas
en la cueva de coral.

En el mar la caracola,
en la caracola el mar.
Hay un silencio de olas
en la cueva de coral.



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Mar de marzo,
tu primavera es mía,
-nuestra-
azul viváceo.

Oyambre, 
plata y oro
la tarde.

Paz y luz
tus aguas.


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Arena humilde
y gris,
arena ciega:

Compañera de mis horas
y mis penas.







Detenidamente tú,
mar...

Ahora en mí
tu extraño agobio
en la noche clara,
tus blancas salvas,
tu acoso y marejada...

Inquieta,
inquietamente tú,
mar...


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Cuando me falte tu luz,
y el aliento de tus olas,
y tu arena humilde
y ciega.

Cuando tú me faltes, mar,
y tu profundo azul horizontal,
y tus horas largas
y solas,
y tu voz amiga
y tu inquieta faz.

Cuando tú me faltes,
mar...


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Mirad,
mirad el mar,
qué claro azul desprende...

Mirad
cómo clama
y cómo brama
y cómo duerme...

Mirad,
mirad el mar,
la inmensidad presente...




Mar,
amiga en claro día,
 amor que amo azul
y amo denso
y amo
y amo...

Mar,
temblor en blanco acento
de luces y de vientos,
clamor,
clamor inmenso,
clamor amargo,
clamor azul
y solitario...


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Respira hondo
tu bronquio bronco.
Respira hondo
tu aliento lento.
Respira ronco
-cantil y cielo-
respira quedo.
Respira ciego.


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La luna se hizo playa,
aguacero de luz,
arena clara.

Se está muriendo el mar
a bocanadas.

Ya no huelen sus olas
a palabras,
sino a doliente azul
envenenadas.

Se está muriendo el mar
y todos callan.

¡Sobran las palabras!


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     Al fondo de la escena se intuye el horizonte trazando el límite entre los azules, hoy pálidos y brumosos. En la parte inferior la línea verde caída levemente a la derecha emerge súbitamente alcanzando y superando el horizonte. A la izquierda, frente al escenario, la punta del Miradorio, presencia de fuertes trazos, y tras ella, allá en la lejanía, se adivina entre la bruma la silueta plateada del Cabo Oyambre, en donde el horizonte pierde su nitidez...

    Los jilgueros, los cardos amarillos, las gaviotas, el hervor incesante de las olas, el goteo leve de la lluvia, la brisa que mece el verde de las praderías de la Marina, completan el escenario...

   Presto mis ojos y mi ser a este paisaje grandioso, silencioso, solitario y trato de añadir a él mi latido, mi aliento, y estas torpes palabras que nunca llegarán a formar parte del mismo...



1 comentario:

  1. Me gustan mucho tus publicaciones,
    Me recuerdan cuando iba a comer con mi padre y mi hermana alrededor de mis diez años los mediodías a las dunas de Oyambre.
    Un abrazote.

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