martes, 20 de julio de 2010

COMILLAS, ¿A ESQUILMAR EL MAR?


     No se sabe si las algas fueron lo primero. Lo que sí se sabe es que la playa ya estaba ahí, hermosa y pura como una diosa, recostada contra los verdes prados que la rodeaban cuajados de juncos y margaritas... La salmodia del mar con variaciones junto a los eventuales violines del viento eran el mágico mundo que la cortejaba.

     Dicen que un radiante día dos gaviotas descendieron suavemente sobre su piel morena: tan bella era la playa que anidaron en ella para siempre. De lo que sí estamos seguros es de que las olas, de cuando en cuando, orlaban su sien con diademas de algas maduras... En la noche de los tiempos todo era posible.

     Y pasaron esos tiempos -no se sabe cuántos, porque entonces el tiempo sólo era tiempo y no se estrechaba en segundos ni existían las horas extra-, hasta que un buen día (que dieron en llamar 1486) un puñado de pescadores emigrados de San Vicente formaron una pesquería en el lugar de "Cumillas".


     De esto no cabe la menor duda: los pescadores quedaron prendados de la diosa hasta nuestros días. Aún hoy repiten diariamente el rito de sus antepasados: salir al mar, echar la red, navegar la vida sobre el viento y el abismo. Son hombres sufridos, callados, curtidos de sol, sal y soledad, con la mirada al fondo, amigos de los peligros... Ellos han sido desde entonces el alma de Comillas.

     La historia nos cuenta de su rivalidad con los privilegios de Llanes y San Vicente, de su pugna secular, de su energía, de sus correrías pesqueras hasta Irlanda en el siglo XVI, legendarios cazadores de ballenas -¡oh piedra de la ballena!- en el XVII construyeron el puerto y la iglesia  costeados por el propio pueblo en un alarde de tesón y sacrificio, cuna de indianos, navegantes, etc., en el XIX y XX... Comillas y el mar, inseparablemente unidos.

     Y aún hoy las algas -algas de arribazón- continúan orlando en ciclo milenario las costas del Cantábrico: bendito maná que el mar nos da todos los años. Y por arte de la técnica, la materia prima del agar-agar se convierte en el fruto codiciado, rico tesoro en el fondo de nuestros mares. Y en nombre del "desarrollo", del aprovechamiento, de la eficacia, de la productividad, de la rentabilidad (¿para quién?), ya no se respetará la milenaria ley del mar y se extraerá (¿se arrancará, se segará?) el vergel de sus entrañas.

     ¿Serán las algas pasto fundamental de nuestros peces, indispensable mantillo del mar, hojarasca de bosques sumergidos, crisol donde se cuece, en el insondable abismo de los mares, el misterioso vaivén de la vida milenaria? ¿Qué consecuencias traería consigo la destrucción de los hermosos prados submarinos a medio y largo plazo? ¿Quién lo sabe con certeza y quién nos garantiza que no va a ocurrir así?

     ¿Y qué decís vosotros, pescadores, administradores del mar desde tiempo inmemorial, que, de pronto, sin pediros permiso, casi a codazos, os parcelan vuestras aguas, os usurpan vuestros fondos, aquellos que os daban el sustento, a cambio de no sé qué pretendido desarrollo? ¿Quién os asegura, quién os garantiza que no se empobrecerán más vuestros mares, que no desertizarán sus fondos, que no esquilmarán el manantial que os mantiene en vuestro amado mar?

     No se sabe si las algas fueron lo primero. Lo que sí se sabe es que, si las abandonamos a su suerte en manos de personas sin escrúpulos, tal vez en mucho tiempo no volvamos a ver sus ramilletes maduros cada vez que el otoño sacuda nuestras costas. Y vosotros, pescadores, veréis disminuido aún más el pan vuestro de cada día. No os quepa duda.

Publicado en el Diario Montañés el 24 de junio de 1989


LAS ALGAS, HOY


     ALGATECSA,  la fábrica creada en Comillas para la siega, recogida y transformación de las algas, que prácticamente no llegó a funcionar, se ha convertido en una cochera para autobuses.

  

No hay comentarios:

Publicar un comentario