martes, 13 de julio de 2010


SANTA JUSTA EN EL MAR DE SANTILLANA




     Santa Justa, en la localidad de Ubiarco, constituye, a mi entender, una de esas pequeñas reliquias del paisaje costero de Cantabria dotada de fuerte personalidad que merece la pena conservar y proteger de cualquier intento bien intencionado que pretenda "mejorarla".

     El resultado pudiera ser, en un espacio natural tan reducido pero de un extraordinario valor paisajístico, la intervención abusiva y la incorporación de materiales y formas ajenas o agresivas con la palpitante y a la vez reposada pureza y serenidad de aguas y roquedales.

     Dos enclaves por su proximidad y similitud con Santa Justa sirven de ejemplo de explotación exagerada de estos estupendos retazos de paisajes de acantilado: Fonfría en Ruiloba y Puerto Calderón en Oreña, bellísimas ensenadas en las que se ha instalado la fealdad más definitiva sin consideración alguna para el paisaje.

    
      Pero volvamos a Ubiarco y por la carretera que conduce a Santa Justa entre magníficos senos llenos de tierra rabiosamente verde, nos internamos finalmente por un gran ventanal abierto en unas casas blancas y derruidas.

     Al otro lado, dos senos gemelos desnudan sus costillares de piedra desgarrada y se sumergen en la inquieta inocencia de las aguas. Del tendal del horizonte pende un retal de mar a la intemperie. Silencio y paz en este trocito de paisaje cavado por el tiempo y por la historia. Silencio de viento y ola, gaviota y alga.

En la mar la caracola
en la caracola el mar.
Hay un silencio de olas
en la cueva de coral.


    

 Cobijada en su inmensa caracola, adosada al cantil bajo el corte curvado de unas lastra ("ubi arco"), allí enfrente, se yergue la ermita como una vieja nave abandonada sacudida por las aguas. Acurrucada, escondida, casi irreal, fantástica... Anclada a su propia soledad verde y azul, varada entre las enormes peñas del murallón que la sustenta, a sus plantas las olas rezan sin cesar la eterna canción de acantilado.

    
      Como todo paisaje que conserve plenamente su carácter natural, Santa Justa estará siempre esperándonos para ofrecernos el mágico goce de su contemplación. La recogida íntima que Santa Justa suscita debe permanecer intacta y no verse turbada por la presencia descarada de cualquier tipo de construcción.

     En todo caso alguna actuación puntual que no suponga modificación visual alguna de este hermosísimo y singular paisaje en los acantilados de Santillana del Mar. Oculten o supriman, eso sí, aquella horrenda pincelada de hormigón trazada junto a la ermita.
Publicada en el Diario Montañés el 26 de mayo de 1998


    SANTA JUSTA, HOY





Sin comentarios. ¡Juzguen ustedes mismos!

No hay comentarios:

Publicar un comentario